lunes, 29 de junio de 2009

manitas

e Isobel escribía cosas de las que se avergonzaría horas después, horas que se vertían en el agüita de la eternidad, el agüita que se iba lenta-mente por el water.

Violeta pasmado sonreía, pensaban los demás que todo era un cuento maravilloso o uno fantástico donde siempre pasaban cosas extrañas. No, era como una marraqueta a la hora de la once. Las manitas de Isobel en la eternidad, la eternidad en sus manitas; sintonizaban una emisora donde pusieran canciones tristes para ponerlas de fondo en un accidente terrible donde estuvieran involucrados adolescentes ebrios y llenos de vida, tan llenos que ésta misma los mató. Luego su papitos los enfocaría una vouyerista periodista; ellos alegarían que eran tan buenos, tan buenos que no deberían haber muerto, entonces Isobel pensaba que tampoco la Madre Teresa o Juan Pablo II.

Las manitas de adolescentes frías en una bolsa de plástico, las manitas de Isobel en la eternidad. La eternidad en las manitas. Violeta le tiene miedo.

miércoles, 18 de febrero de 2009

eso querí-a

Violeta siempre se preguntó por qué Isobel al colgar la llamada, no decía "adiós" ni "Chao-chao"; decía "cuidate", ni siquiera acompañado de papas fritas, "cuidate". A secas, una sequedad parecida a la que tiene la carne que hacía la mami de Isobel.

Quizás necesitaba la respuesta terrible:"tú también".

O más bien necesitaba que todo estuviera bien, que nadie más se cayera de una silla vintage y la acompañara en el abismo café de la autocompasión.

Una situación bastante penosa ¿no?

Violeta estaba tan cansado del sol de mediodía. Peor se ponía con Isobel a su lado, llorando porque no sabía pelar un tomate y porque todo estaba tan mal.

Llorando con las bolsas de la basura en la mano (ímplicito eh), una ruta de autocompasión hasta el basurero. Las manos de la pestilencia de la fruta podrida le secaban las lágrmas tan ácidas y desagradables como el vinagre.

El color violeta no siempre iba a estar en el pincel. Tal vez (eso quería).

domingo, 2 de noviembre de 2008

mi hermana plum

[Advertencia: esto es lo menos verídico]


Acto I


Estoy mirando mis manos, que se sumergen en el agua como pequeños submarinos. Entra Plum y me saluda, está frente al espejo, y yo sigo con el champú en mi pelo. Me sonríe y me sugiere que siga bañándome, se inclina frente al inodoro y se echa su verde pelo hacia atrás. Lo hace como las señoritas de los comerciales de productos para el pelo, me gustaría tener el pelo como ella.

Yo ya sé que va a hacer, contengo la respiración, y juego al explorador que busca por las profundidades del mar algún flamante tesoro. Al emerger, desesperada por oxígeno, busco a Plum. Ella no está. La puerta quedó entreabierta, y una larga cola violeta de felino la roza con elegancia.

Acto II

Plum sostiene mi mano; unos niños bastante gritones corren a nuestro alrededor. El sol ilumina su verde pelo, y debajo de sus oscuras ojeras, pinceladas de rubor quedan impresas. Un desaliñado muchacho se acerca a nosotras. Plum me manda a jugar a los columpios, yo no quiero, me producen náuseas. A regañadientes hago caso, el desaliñado me dedica una sonrisa burlona. Pateo una piedrita y recomienzo a columpiar; mis pies comienzan a levantar una humareda. Alzo la vista, y ahí está Plum con el desaliñado, metiéndole la mano adentro del pantalón. Me asusto y corro en su rescate; al llegar, en vez de darme las gracias, me grita perdiendo la paciencia:

–¡Isobel, eres una mocosa insoportable!
–Me quiero ir –le tironeo el brazo.

–Miau!

Acto III

Mi mamá obligó a Plum a que me llevase a una de sus locas fiestas donde tanto le gusta ir. Es tarde, y las calles están vacías. Yo estoy ansiosa, habrá mucha gente.

Casi no hablo con personas de mi edad, los encuentro aburridos, pero la gente parecida a Plum es maravillosa. Cuando yo crezca quiero ser como ellos.
Nos detenemos frente a una casa donde la estridente música hace retumbar las ventanas. Plum no toca la puerta, entra sin ningún preámbulo. Ella siempre hace lo que quiere.
Alguien nos está siguiendo hace ya un buen rato; por el rabillo del ojo alcanzo a distinguir en la oscuridad unos ojos brillantes; ¿Miau?

Al entrar mis pulmones se inundan de la extraña atmósfera que sofoca la casa por dentro, no sé si sonreír o desanimarme. Todos los convidados a la fiesta tienen esa mirada ausente de Plum que acostumbro a ignorar. La música suena muy fuerte. El desaliñado está aquí, ni siquiera nos mira, ni siquiera mira a Plum; está muy entretenido con una muchacha rubia que parece una muñeca.
A Plum no parece importarle mucho, camina entre la multitud tomada de la mano de un tipo, se pierden tras una puerta. Yo quedo sentada en medio de la fiesta, en medio de la gente, en medio de la nada.

Acto IV

Soy una espectadora mirando un partido de tenis. Mi cabeza se mueve hacia la izquierda-derecha. Plum hace el primer saque con furia:

-¡Ya basta, estoy harta…!

En mi sillita de espectadora, pongo cada mano sobre mis orejas, quizás no es tan molesto si lo veo en “mute”.

Mi mamá deja de cortar la lechuga para responderle a Plum, es que ya van 15 a 0. Mamá lo hace muy bien, porque los ojos de Plum quedan muy dilatados luego de la respuesta.

El partido se torna más emocionante. Izquierda-derecha.

Entra Papá en la cocina, se dirige hacia Plum, la zarandea rugiendo como un león. Plum se aparta bruscamente, ella llora…

Y ahí está asomado…es violeta.

Destapo mis oídos, Papá abraza a una casi-llorosa Mamá y la lechuga aún no está cortada.


Acto V

Yo no sé que está pasando, pero tengo la certeza de sea lo que sea es horrible.

Plum está tirada en una cama, su cara se parece a la mía en Noche de Brujas: muy-muy pálida. Y lo más tenebroso son los tubos que la rodean.

Tengo miedo, miedo por Plum. Yo lloro.
Mamá me abraza, también llorosa:

-¡Tranquila Isobel! Plum va a estar bien. Ahora sécate esas lágrimas –se separa de mi como si nada pasase.

Llega el doctor y Mamá me da un suave empujoncito hacia la puerta.

Choco con el doctor y me dedica una sonrisa triste. Detesto que no me dediquen sólo sonrisas, siempre tienen un apellido.

Apenas salgo de la habitación, él comienza hablar en una lengua extraña, poco es entendible:

- El aborto que se hizo tuvo complicaciones.

Fue lo último, porque una enfermera se acerca veloz con cara de disgusto:

-¿Qué necesitas, cariño? –me dice con una cierta amabilidad de mentira.

- Amm… ¡El baño!- y salgo corriendo por el largo pasillo antes de que me dijera algo.

¿Aborto? ¿A qué se refería con eso?
¿Plum abortó una misión, pero todo salió mal?
¡Imposible, cuando hacíamos misiones ínter espaciales en el patio, todo salía muy bien, sí, muy bien!

Me detengo en seco, ahí está, con sus garras afiladas. Se abalanza contra mí

-Grrr!


Acto VI

Ya ha pasado una semana. Plum ahora está bien, bien encerrada en su pieza sin hablar con nadie.
Es de noche y la Luna se trasluce por la cortina. Yo me sobo los rasguños que aún no cicatrizan.

-Isobel… ¿Estás despierta? –alguien susurra en mi oído.

Es Plum, me volteo. Está vestida para salir y tiene una gran mochila que le cuelga de su espalda, la misma que usaba cuando íbamos a acampar frente al río.

-Si…

- Hermanita, me vengo a despedir. No sé cuando volveremos a vernos. Pero quiero que sepas que te quiero mucho; y a los papás…a los papás no les digas nada.

Quedo con los ojos abiertos como plato, no respondo.

-Adiós –me abraza. Yo no la abrazo.

No ha pasado ni un segundo, y su olor ya está desvaneciéndose en el aire.


Epílogo

No soy Plum, ni Isobel. Soy Violeta.

Isobel ahora me acaricia el lomo, con la mirada perdida. Todos en esta casa tienen los ojos vacíos.

La peineta del baño aún tiene mechones verdes enredados entre sus dientes.

Sus padres no se cansan de llamar a cada rincón del planeta para saber el paradero de su peliverde hija. En cambio, Isobel no es capaz de mencionarla.

No quiere saber nada de nada. Le digo que parece una vieja menopáusica, ella se enoja.

No importa, en tanto estoy yo, quien la acompaña en su mundo violeta con submarinos, tesoros, misiones ínter espaciales. Y lo más importante: sin abortos ni columpios.

Cierro los ojos y ronroneo con cadencia.

- Después de todo el verde no era tan maravilloso.

domingo, 21 de septiembre de 2008

salva-vidas

El Gato Violeta se había ido de parranda por todo Agosto( ya saben, sexo y otras cosas). Isobel se había quedado tan sola que incluso abandonó su silla vintage, no podía pensar.

Es decir, siempre pensaba pero no le importaba. Actos y horrores que brotaban de los poros de sus manos habían sumergido a Isobel en una laguna del tamaño suficiente para que un elefante pudiera bañarse cómodamente. Medio ahogada la había encontrado el Gato Violeta, a su pesar tuvo que hacerle respiración boca a boca(asco!).

Con hipotermia pasó dos días, violetas-violetas eran su labios, tan parecidos al Gato. Se recuperó con increíble rápidez.
Pero todavía sus oídos están tapados, por más que salte en un pie con la cabeza inclinada, no se destapan.

( Y lo peor de todo es que no confiesa aún que le encantó estar ahogada)

sábado, 2 de agosto de 2008

un columpio

A Isobel le agrada de una manera sobrecogedora el mareo que le provoca el gran columpio. Cada vez que se baja le vienen unas ganas terribles de vomitar. En uno u otro extremo del aire, imágenes se retuercen en su ya retorcida cabeza "y no es rebundancia, señores", le gusta proclamar como un falso profeta por las esquinas de la gris ciudad.

Recuerdos inegables que hacen que el mpulso sea sublime. Pero cuando ya está muy mareada le agrada o más bien necesita detenerse y saltar violentamente; al golpear sus pies sobre el suelo, una humareda de tierra la rodea, y a veces desea caer en un verde prado. Pero bien sabe que la sensación final será igual: unas ganas tremendas de expulsarlo todo por la boca, sube y baja, desde el estómago hacia la garganta.

Es que los videos allá arriba eran como un video que contiene mensajes subliminales, una metralladora de luces con colores incandescentes e Isobel ahí indefensa, sin siquiera un chaleco-anti-balas.

lunes, 19 de mayo de 2008

ensmismada

Isobel siente un vacío enorme en su pecho, un vacio que avanza hacia arriba, pasando por la garganta y recorre su espalda con un íncomodo cosquilleo.

A veces se sienta en la silla que tanto le gusta, una medio vintage pero un poco rota, casi indeble, de no ser por qué Isobel es una persona de esqueleto liviano, la silla se rompería. Mientras la silla sigue intacta, Isobel recita en su cabeza una y otra vez las mismas preguntas e ideas. Tan banales en extremo, tan profundas en el otro. Y es que yo creo que ella necesita saber quién es en realidad y por qué hace todo eso.

Y ójala la silla se rompiera para ya no poder volver a repetir el patético espectáculo que dura interminables horas, la última vez se quedó dos días y ni siquiera se sirvió la leche que con tanto ánimo le llevó el Gato Violeta al verla tan paliducha y ojerosa.

Isobel se lo comentó a Violeta, pero el felino le miró con desdén y dijo que era mejor mirar más allá.

lunes, 14 de abril de 2008

uogoyzry

No puede evitar sentirse así.... Pero ella debe reconocer
que le molesta mucho la gente sin opinión crítica que cree que es genial por ser diferente a las personas, creyéndose superiores por lo demás.

El gato Violeta coincide con ella. Le gustaría atacarlas con sus garras para que aprendan a conocer lo que es la tolerancia de verdad.

Aunque bien sabe Isobel, que aunque quisiera, ella no es tolerante en cierto punto, por ejemplo no tolera a éste tipo de personas que creen que lo saben todo, pero al sacarse el plástico protector de la subrrealidad y la realidad misma, todo lo encuentra horriblemente agresivo y con falta de respeto.

Isobel manda el respeto donde perdió el poncho el diablo...
Aunque siempre trata de mantener la compostura, claro, siempre no puede, cuando la sacan de sus casillas, ella no responde.

Y eso no pasa frecuentemente porque ella es una pacifista "buena onda", que poco sabe de la convivencia en sociedad pero bien sabe el oficio de observar. Pero hay momentos...