lunes, 19 de mayo de 2008

ensmismada

Isobel siente un vacío enorme en su pecho, un vacio que avanza hacia arriba, pasando por la garganta y recorre su espalda con un íncomodo cosquilleo.

A veces se sienta en la silla que tanto le gusta, una medio vintage pero un poco rota, casi indeble, de no ser por qué Isobel es una persona de esqueleto liviano, la silla se rompería. Mientras la silla sigue intacta, Isobel recita en su cabeza una y otra vez las mismas preguntas e ideas. Tan banales en extremo, tan profundas en el otro. Y es que yo creo que ella necesita saber quién es en realidad y por qué hace todo eso.

Y ójala la silla se rompiera para ya no poder volver a repetir el patético espectáculo que dura interminables horas, la última vez se quedó dos días y ni siquiera se sirvió la leche que con tanto ánimo le llevó el Gato Violeta al verla tan paliducha y ojerosa.

Isobel se lo comentó a Violeta, pero el felino le miró con desdén y dijo que era mejor mirar más allá.