A Isobel le agrada de una manera sobrecogedora el mareo que le provoca el gran columpio. Cada vez que se baja le vienen unas ganas terribles de vomitar. En uno u otro extremo del aire, imágenes se retuercen en su ya retorcida cabeza "y no es rebundancia, señores", le gusta proclamar como un falso profeta por las esquinas de la gris ciudad.
Recuerdos inegables que hacen que el mpulso sea sublime. Pero cuando ya está muy mareada le agrada o más bien necesita detenerse y saltar violentamente; al golpear sus pies sobre el suelo, una humareda de tierra la rodea, y a veces desea caer en un verde prado. Pero bien sabe que la sensación final será igual: unas ganas tremendas de expulsarlo todo por la boca, sube y baja, desde el estómago hacia la garganta.
Es que los videos allá arriba eran como un video que contiene mensajes subliminales, una metralladora de luces con colores incandescentes e Isobel ahí indefensa, sin siquiera un chaleco-anti-balas.
sábado, 2 de agosto de 2008
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