domingo, 2 de noviembre de 2008

mi hermana plum

[Advertencia: esto es lo menos verídico]


Acto I


Estoy mirando mis manos, que se sumergen en el agua como pequeños submarinos. Entra Plum y me saluda, está frente al espejo, y yo sigo con el champú en mi pelo. Me sonríe y me sugiere que siga bañándome, se inclina frente al inodoro y se echa su verde pelo hacia atrás. Lo hace como las señoritas de los comerciales de productos para el pelo, me gustaría tener el pelo como ella.

Yo ya sé que va a hacer, contengo la respiración, y juego al explorador que busca por las profundidades del mar algún flamante tesoro. Al emerger, desesperada por oxígeno, busco a Plum. Ella no está. La puerta quedó entreabierta, y una larga cola violeta de felino la roza con elegancia.

Acto II

Plum sostiene mi mano; unos niños bastante gritones corren a nuestro alrededor. El sol ilumina su verde pelo, y debajo de sus oscuras ojeras, pinceladas de rubor quedan impresas. Un desaliñado muchacho se acerca a nosotras. Plum me manda a jugar a los columpios, yo no quiero, me producen náuseas. A regañadientes hago caso, el desaliñado me dedica una sonrisa burlona. Pateo una piedrita y recomienzo a columpiar; mis pies comienzan a levantar una humareda. Alzo la vista, y ahí está Plum con el desaliñado, metiéndole la mano adentro del pantalón. Me asusto y corro en su rescate; al llegar, en vez de darme las gracias, me grita perdiendo la paciencia:

–¡Isobel, eres una mocosa insoportable!
–Me quiero ir –le tironeo el brazo.

–Miau!

Acto III

Mi mamá obligó a Plum a que me llevase a una de sus locas fiestas donde tanto le gusta ir. Es tarde, y las calles están vacías. Yo estoy ansiosa, habrá mucha gente.

Casi no hablo con personas de mi edad, los encuentro aburridos, pero la gente parecida a Plum es maravillosa. Cuando yo crezca quiero ser como ellos.
Nos detenemos frente a una casa donde la estridente música hace retumbar las ventanas. Plum no toca la puerta, entra sin ningún preámbulo. Ella siempre hace lo que quiere.
Alguien nos está siguiendo hace ya un buen rato; por el rabillo del ojo alcanzo a distinguir en la oscuridad unos ojos brillantes; ¿Miau?

Al entrar mis pulmones se inundan de la extraña atmósfera que sofoca la casa por dentro, no sé si sonreír o desanimarme. Todos los convidados a la fiesta tienen esa mirada ausente de Plum que acostumbro a ignorar. La música suena muy fuerte. El desaliñado está aquí, ni siquiera nos mira, ni siquiera mira a Plum; está muy entretenido con una muchacha rubia que parece una muñeca.
A Plum no parece importarle mucho, camina entre la multitud tomada de la mano de un tipo, se pierden tras una puerta. Yo quedo sentada en medio de la fiesta, en medio de la gente, en medio de la nada.

Acto IV

Soy una espectadora mirando un partido de tenis. Mi cabeza se mueve hacia la izquierda-derecha. Plum hace el primer saque con furia:

-¡Ya basta, estoy harta…!

En mi sillita de espectadora, pongo cada mano sobre mis orejas, quizás no es tan molesto si lo veo en “mute”.

Mi mamá deja de cortar la lechuga para responderle a Plum, es que ya van 15 a 0. Mamá lo hace muy bien, porque los ojos de Plum quedan muy dilatados luego de la respuesta.

El partido se torna más emocionante. Izquierda-derecha.

Entra Papá en la cocina, se dirige hacia Plum, la zarandea rugiendo como un león. Plum se aparta bruscamente, ella llora…

Y ahí está asomado…es violeta.

Destapo mis oídos, Papá abraza a una casi-llorosa Mamá y la lechuga aún no está cortada.


Acto V

Yo no sé que está pasando, pero tengo la certeza de sea lo que sea es horrible.

Plum está tirada en una cama, su cara se parece a la mía en Noche de Brujas: muy-muy pálida. Y lo más tenebroso son los tubos que la rodean.

Tengo miedo, miedo por Plum. Yo lloro.
Mamá me abraza, también llorosa:

-¡Tranquila Isobel! Plum va a estar bien. Ahora sécate esas lágrimas –se separa de mi como si nada pasase.

Llega el doctor y Mamá me da un suave empujoncito hacia la puerta.

Choco con el doctor y me dedica una sonrisa triste. Detesto que no me dediquen sólo sonrisas, siempre tienen un apellido.

Apenas salgo de la habitación, él comienza hablar en una lengua extraña, poco es entendible:

- El aborto que se hizo tuvo complicaciones.

Fue lo último, porque una enfermera se acerca veloz con cara de disgusto:

-¿Qué necesitas, cariño? –me dice con una cierta amabilidad de mentira.

- Amm… ¡El baño!- y salgo corriendo por el largo pasillo antes de que me dijera algo.

¿Aborto? ¿A qué se refería con eso?
¿Plum abortó una misión, pero todo salió mal?
¡Imposible, cuando hacíamos misiones ínter espaciales en el patio, todo salía muy bien, sí, muy bien!

Me detengo en seco, ahí está, con sus garras afiladas. Se abalanza contra mí

-Grrr!


Acto VI

Ya ha pasado una semana. Plum ahora está bien, bien encerrada en su pieza sin hablar con nadie.
Es de noche y la Luna se trasluce por la cortina. Yo me sobo los rasguños que aún no cicatrizan.

-Isobel… ¿Estás despierta? –alguien susurra en mi oído.

Es Plum, me volteo. Está vestida para salir y tiene una gran mochila que le cuelga de su espalda, la misma que usaba cuando íbamos a acampar frente al río.

-Si…

- Hermanita, me vengo a despedir. No sé cuando volveremos a vernos. Pero quiero que sepas que te quiero mucho; y a los papás…a los papás no les digas nada.

Quedo con los ojos abiertos como plato, no respondo.

-Adiós –me abraza. Yo no la abrazo.

No ha pasado ni un segundo, y su olor ya está desvaneciéndose en el aire.


Epílogo

No soy Plum, ni Isobel. Soy Violeta.

Isobel ahora me acaricia el lomo, con la mirada perdida. Todos en esta casa tienen los ojos vacíos.

La peineta del baño aún tiene mechones verdes enredados entre sus dientes.

Sus padres no se cansan de llamar a cada rincón del planeta para saber el paradero de su peliverde hija. En cambio, Isobel no es capaz de mencionarla.

No quiere saber nada de nada. Le digo que parece una vieja menopáusica, ella se enoja.

No importa, en tanto estoy yo, quien la acompaña en su mundo violeta con submarinos, tesoros, misiones ínter espaciales. Y lo más importante: sin abortos ni columpios.

Cierro los ojos y ronroneo con cadencia.

- Después de todo el verde no era tan maravilloso.