e Isobel escribía cosas de las que se avergonzaría horas después, horas que se vertían en el agüita de la eternidad, el agüita que se iba lenta-mente por el water.
Violeta pasmado sonreía, pensaban los demás que todo era un cuento maravilloso o uno fantástico donde siempre pasaban cosas extrañas. No, era como una marraqueta a la hora de la once. Las manitas de Isobel en la eternidad, la eternidad en sus manitas; sintonizaban una emisora donde pusieran canciones tristes para ponerlas de fondo en un accidente terrible donde estuvieran involucrados adolescentes ebrios y llenos de vida, tan llenos que ésta misma los mató. Luego su papitos los enfocaría una vouyerista periodista; ellos alegarían que eran tan buenos, tan buenos que no deberían haber muerto, entonces Isobel pensaba que tampoco la Madre Teresa o Juan Pablo II.
Las manitas de adolescentes frías en una bolsa de plástico, las manitas de Isobel en la eternidad. La eternidad en las manitas. Violeta le tiene miedo.
lunes, 29 de junio de 2009
miércoles, 18 de febrero de 2009
eso querí-a
Violeta siempre se preguntó por qué Isobel al colgar la llamada, no decía "adiós" ni "Chao-chao"; decía "cuidate", ni siquiera acompañado de papas fritas, "cuidate". A secas, una sequedad parecida a la que tiene la carne que hacía la mami de Isobel.
Quizás necesitaba la respuesta terrible:"tú también".
O más bien necesitaba que todo estuviera bien, que nadie más se cayera de una silla vintage y la acompañara en el abismo café de la autocompasión.
Una situación bastante penosa ¿no?
Violeta estaba tan cansado del sol de mediodía. Peor se ponía con Isobel a su lado, llorando porque no sabía pelar un tomate y porque todo estaba tan mal.
Llorando con las bolsas de la basura en la mano (ímplicito eh), una ruta de autocompasión hasta el basurero. Las manos de la pestilencia de la fruta podrida le secaban las lágrmas tan ácidas y desagradables como el vinagre.
El color violeta no siempre iba a estar en el pincel. Tal vez (eso quería).
Quizás necesitaba la respuesta terrible:"tú también".
O más bien necesitaba que todo estuviera bien, que nadie más se cayera de una silla vintage y la acompañara en el abismo café de la autocompasión.
Una situación bastante penosa ¿no?
Violeta estaba tan cansado del sol de mediodía. Peor se ponía con Isobel a su lado, llorando porque no sabía pelar un tomate y porque todo estaba tan mal.
Llorando con las bolsas de la basura en la mano (ímplicito eh), una ruta de autocompasión hasta el basurero. Las manos de la pestilencia de la fruta podrida le secaban las lágrmas tan ácidas y desagradables como el vinagre.
El color violeta no siempre iba a estar en el pincel. Tal vez (eso quería).
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