e Isobel escribía cosas de las que se avergonzaría horas después, horas que se vertían en el agüita de la eternidad, el agüita que se iba lenta-mente por el water.
Violeta pasmado sonreía, pensaban los demás que todo era un cuento maravilloso o uno fantástico donde siempre pasaban cosas extrañas. No, era como una marraqueta a la hora de la once. Las manitas de Isobel en la eternidad, la eternidad en sus manitas; sintonizaban una emisora donde pusieran canciones tristes para ponerlas de fondo en un accidente terrible donde estuvieran involucrados adolescentes ebrios y llenos de vida, tan llenos que ésta misma los mató. Luego su papitos los enfocaría una vouyerista periodista; ellos alegarían que eran tan buenos, tan buenos que no deberían haber muerto, entonces Isobel pensaba que tampoco la Madre Teresa o Juan Pablo II.
Las manitas de adolescentes frías en una bolsa de plástico, las manitas de Isobel en la eternidad. La eternidad en las manitas. Violeta le tiene miedo.
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